miércoles, 26 de noviembre de 2014

Encendió y ahora "El fuego camina conmigo"


Mi nuevo libro de cuentos El fuego camina conmigo llega ahora. Los editores han hecho un gran trabajo y yo estoy muy contento con ello. Pronto estará en librerías, pero antes pasará por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2014.

Dice en la contraportada:
El título de El fuego camina conmigo no es gratuito, ni un mero tributo a la obra de David Lynch. Aquí cada relato de Gerardo Cruz-Grunerth parte de las atmósferas de incertidumbre lyncheanas —aquellas donde se entrecruzan las tramas de lo onírico y lo real, por ejemplo—, lo cual queda claro desde el primer relato, que además da título al volumen.              
Desde ahí, Cruz-Grunerth comienza su propia exploración a través de historias donde el misterio, el crimen, lo surreal, incluso lo fantástico, se hallan agazapados tras los sucesos más simples de una vida diaria que parece no inmutarse, combinación que logra, poco a poco, sacar de quicio a sus personajes. O al revés: nos hacen vivir la realidad perturbadora y fría de los desquiciados, aquellos que ya cruzaron la puerta. Es por ello que en las distintas cotidianidades de El fuego camina conmigo, las relaciones de pareja son tormentosas e imposibles; y con la misma reciprocidad, puede decirse que es el tormento de las relaciones amorosas el que crea las atmósferas turbias donde se desarrollan estos excelentes cuentos.           
      El fuego camina conmigo obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2010, con un jurado compuesto por Guadalupe Nettel, Guillermo Fadanelli y Bernardo Fernández Bef, quienes recomendaron la publicación del libro. Tras cuatro años de destilación, helo aquí, corregido y mejorado.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Fue el Estado, pero nosotros somos los sepultureros

El Estado lo volvió a hacer, a lavarse las manos  y decir "esto no es un crimen de Estado". Da carpetazo sin darlo (qué dirían los organismos internacionales).     Desarticula la demanda social por los normalistas. Nos invita a compartir el cansancio y a refugiarnos en el olvido, como si todo hubiera sido un mal sueño (pero no es un sueño, es lo de todos los días).
     Fue el Estado, pero nosotros somos los sepultureros en este país de muertos, de fosas, miles de personas de desaparecidas, violadas, secuestradas, extorsionadas, de golpeados por las fuerzas del orden, de muertos de hambre mientras la opulencia de los gobernantes es exhibida por ellos mismos, con sus nóminas, sus gastos pagados, sus aviones, sus yates. Mientras tanto, nos van desollando, miramos cómo van desollando al vecino, como nos van desollando la cara, el cuerpo, el país.
     Fue el Estado y el narco, pero nosotros seguiremos poniéndonos en sus manos, para terminar en alguna fosa o desaparecido. Les “perdornaremos” todo. Perdonaremos que nunca hay culpables, verdaderos culpables, tras las rejas, ni en el 68, ni en Aguas Blancas, ni en la guardería ABC, ni en Ayotzinapa, ni... nunca. Los perdonamos con nuestra omisión social.
     Fue el Estado y seguirá siendo porque nos dejamos solos a nosotros mismos, como un gran pueblo violentado. Así, lo único que se puede garantizar es que la miseria nacional siga, que aumente. Que los casos aislados sigan siendo aislados, porque nosotros permitimos que el Estado los aisle, que el dolor de una familia, de otra y de miles se aíslen, se incomuniquen. Un país regado por la sangre de miles de casos aislados. Un país, panteón de casos aislados, que nosotros sepultamos, donde nosotros somos el ideal sepulturero del crimen de Estado.